Uvas frescas

Solo faltan 27 horas y 35 minutos para el Año Nuevo. Gran parte de la humanidad celebrará esta fiesta de diferentes formas. Desde quemar muñecos explosivos hasta llenar el estómago de dulces, son muchas las formas de recibir el Año Nuevo.

Entre tantas formas, hay una bastante interesante y simbólica: comer 12 uvas nada más iniciar el año. Es algo que ejecutan bastantes personas alrededor del mundo, por lo que es necesario que cada víspera de Nochevieja (30 de diciembre) los almacenes de uvas frescas estén llenos.
Los duendes lilas son los que se encargan desde siempre de los almacenes y la distribución de uvas frescas para Año Nuevo a nivel mundial. Es gracias a estos seres que siempre hay uvas para todos los que las comen al comenzar el año.

Este año no iba a ser diferente y no tenía que serlo. El 30 de diciembre se realizó la revisión final de los almacenes: no estaban llenos de uvas.

¡No hay uvas!

¡Vaya desastre! Solo hay unas pocas en los rincones del almacén. Ahora la gente se quedó sin uvas y, por lo tanto, sin Año Nuevo. Sobre todo en el lugar de mayor consumo de uvas frescas de Año Nuevo: España.

¿Qué ha pasado?

―Deben saberlo las hadas de las praderas ―dijo uno de los duendes.


Verás. Últimamente hace mucho calor en el verano. Este último verano ha sido tan caliente que las plantas con troncos añosos se prendieron. La gran mayoría de viñas de Europa fueron víctimas del fuego.»

Normalmente podríamos apagar el fuego con chorros mágicos de agua, pero este incendio fue tan intenso que ni la Diosa de la Cosecha pudo apagarlo»


Solo faltan 5 horas para el Año Nuevo. Los almacenes de uvas frescas siguen vacíos, Ahora mucha gente no podrá celebrar la llegada del nuevo año.

Lo único que se puede hacer a estas alturas es distribuir lo que queda. Recogieron hasta la última uva de cada almacén y llenaron 400000 canastas con lo poco que…

¡400000 canastas! ¡Cómo es posible! ¡Pero si no había prácticamente nada!
Revisaron todas las canastas y volvieron a contar. ¿De dónde salieron tantas uvas?

―Después nos preocupamos por ellas. Ahora tenemos que repartirlas en todos los mercados y tiendas. ―dijo otro duende.

Y antes de las 23 horas de la Nochevieja todas las uvas fueron repartidas.


―Gracias por salvarnos. Y por salvar a una buena parte de la humanidad en la península Ibérica y en varias partes de América. No se qué habríamos hecho sin su ayuda con las 400000 canastas. Gracias de corazón. De hecho, como muestra de gratitud os obsequiamos estos pañuelos verdes. Sirven para limpiar plantas sin que se incomoden. Una vez más, gracias.

Gracias por el regalo, duendes lilas. Pero, ¿cuándo creamos tantas canastas de la nada? No recuerdo que lo hayamos hecho nosotras»


Este relato participa en el renovado Writember. Este mes organizado por Teresa Plaza.
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